La dinastía Fatimí en Egipto

Mezquita de al-Hakim, dinastía Fatimí

La dinastía Fatimí gobernaría Egipto, además de gran parte del norte de África, Arabia y Siria. Los califas fatimíes habrían surgido de la rama islámica chií, en lo que actualmente conocemos como Tunisia y que por aquel entonces recibía el nombre de Kairuán.

El origen lo encontramos en Abhallah al Maldhi, un hombre que lograría extender su control sobre gran parte del Magreb. No obstante, serían los descendientes de éste los que lograrían un mayor expansión de la dinastía y un éxito rotundo en cuanto a anexiones.

La conquista de Egipto se daría allá por el siglo X, gracias al califa al Muizz, el cual fundaría la ciudad de Al Qahirat, que significaba algo así como “La Triunfante” y es la ciudad de el Cairo actual. Esta nueva ciudad se iría convirtiendo poco a poco en el centro administrativo y militar del califato. Una ciudad que además llamaría la atención por su ejemplar tolerancia hacia otras religiones.

Los fatimíes se diferenciaban de otros gobiernos en el sentido de que el ascenso en cargos del Estado dependía del mérito más que del linaje. Esto significaba que no había discriminación con otras ramas del islam, pues hasta los suníes tenían las mismas probabilidades de ocupar puestos en el gobierno que los mismísimos chiíes. Tampoco había discriminación en este aspecto por religión, así pues, los cristianos y judíos también podían ascender dependiendo exclusivamente de su capacidad.

Quizá este fuera el secreto del imperio, el cual fue creciendo a grandes pasos bajo otros califas como Al-Hakim. Este califa comenzó con buen pie, realizando obras tan destacadas como la construcción de la Mezquita de al-Hakim. El problema es que éste, a medida que cumplía años, se fue enloqueciendo, llegando incluso a promulgar leyes totalmente arbitrarias y prohibiciones absurdas. Además llegó un momento en el que ejecutaba a cualquier persona sólo porque le desagradara.

La locura de este califa trajo a la dinastía el fin de la tolerancia entre religiones. Al-Hakim comenzaría a emitir leyes con las que les obligaba a llevar ropas distintas, llegando incluso a encender la mecha de la Primera Cruzada en 1099 con la destrucción del Santo Sepulcro en Jerusalén (la excusa fue tomada unos cuantos años después de la destrucción que en realidad fue en 1009).

La muerte de este califa está marcada por el misterio, al parecer, desaparecería mientras daba un paseo nocturno en burro en los alrededores del monte Muqattam. A pesar de que no se supo que pasó con él, lo cierto es que la mayoría de la gente opinaba que su desaparición intentaba buscar un cambio en el poder. Los más radicales decidieron optar por la versión que aseguraba que era divino y que había ascendido a un ámbito espiritual.

Poco a poco, tras pasar el año 1060, el imperio fatimí fue reduciéndose considerablemente hasta que finalmente tan sólo lo componía Egipto. Tras la muerte del último califa fatimí, Egipto volvería a la rama sunní del islam, por tanto la dinastía llegaba a su fin.

Otras dinastías en Egipto:

Foto vía: tectonicablog

Imprimir

Categorias: Historia de Egipto




Comments are closed.