Mitos y mentiras sobre la maldición de Tutankamon
Cuando en noviembre de 1922, Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamon en el Valle de los Reyes sobre el Banco Oeste de Luxor, nada era como hoy en día. La información circulaba lentamente, muchas veces sufriendo significativos cambios al pasar de boca en boca.
Era una época, no oscura, pero sí colmada de supersticiones, las cuales se explotaban a través de muchos periódicos sensacionalistas, y, se sabe, todo aquello impreso es real… Los tesoros que vieron la luz con el hallazgo de Howard Carter eran fastuosos; entonces, qué mejor que una historia de un tesoro, un explorador y una tierra mística y desconocida.
Qué mejor presagio de catástrofe que el día preciso en que Howard Carter profanaba la tumba, su mascota, un pequeño canario, fuese comido por una cobra, animal conocido como el guardián de los Faraones. Lord Carnarvon, por otra parte, quien financiaba las exploraciones de Howard Carter, había llevado una vida delicada durante 20 años tras un accidente vial, cuando murió en El Cairo el 5 de abril de 1923 la causa fue clara: la maldición del Faraón.
Según el mito popular al momento de su muerte El Cairo sufrió un apagón eléctrico (algo bastante usual en 1923, particularmente en El Cairo).
Agregado a esto, en Inglaterra, su perra Susie murió en el mismo instante (al parecer la maldición era más benigna con los humanos que con las mascotas). Al tiempo, un periódico reprodujo una leyenda, bastante fatídica, supuestamente encontrada en la tumba:
– «Aquellos que entren en este lugar sagrado prontamente serán visitados por las alas de la muerte.»
Claro que no existió tal maldición, pero sí una inscripción hallada en un santuario de Anubis que rezaba:
– «A quien detengo es a la arena para que no asfixie la cámara secreta. Estoy para la protección de los muertos.»
Esto fue llevado al público, pero ¿por qué no agregar algún detalle creativo?…
– «y mataré todos aquellos que crucen este umbral hacia los sagrados precintos del Gran Rey que vive por siempre.»
Sumado a esto, la prensa «mató» indiscriminadamente a toda aquella persona relacionada con el descubrimiento de la tumba. De acuerdo a una lista de la época, 26 personas cercanas al hallazgo murieron en la década posterior. Claro que no era la verdad, y esto son realmente buenas noticias para los arqueólogos, en realidad sólo seis de ellas murieron en ese lapso, en tanto muchos otros vivieron hasta una avanzada edad.
El ejemplo más significativo es el de Howard Carter, sobre quien uno supondría la maldición debería haber recaído con más fuerza, pero el explorador sobrevivió otros 17 años a su pobre canario, muriendo el día previo a su cumpleaños número 65, a pesar de haber pasado más de diez años trabajando en la tumba.

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