Egipto, hogar de extensos desiertos que se despliegan hasta donde llega la vista, fue también lugar de refugio de muchos monjes que buscaban la paz y la armonía que brinda ese océano de arena infinito.
Gran cantidad de ermitaños se apartaron de la civilización de su tiempo para encontrar allí el camino espiritual, y varios de ellos han dejado huellas profundas en la historia religiosa de Egipto.
Los monasterios construidos en el desierto corresponden generalmente a casos como estos, en que un jóven deja su vida habitual para internarse en el desierto y refugiarse en una cueva, como ermitaño. San Simón y San Pablo son algunos ejemplos. También lo es San Macarius, del que nos ocuparemos en esta ocasión.
Durante más de cuarenta años, San Macarius permaneció alojado en una cueva, y fue entonces que una aparición divina le ordenó que construyera una iglesia. Fue así que, a su muerte, los monjes que se habían instalado allí fundaron finalmente un monasterio, y permanecieron rindiendo homenaje a quien luego sería canonizado.
Se cree que Deir Abu Magar, o el Monasterio de San Macarius, fue el primero en ser edificado en Wadi al Natrun. La historia le guardaba un destino importante: cuando los conquistadores bizantinos prohibieron a los patriarcas coptos continuar viviendo en la ciudad de Alejandría, el monasterio se convirtió en sede de la iglesia cristiana en Egipto.
El edificio cuenta con tres plantas, y la inferior es accesible a través de un puente. El conjunto incluye molinos, dos altísimas torres y varias capillas. La Capilla Al Adra (es decir, la Capilla de la Virgen) data del siglo XIII y fue construida en el primer piso. La segunda planta está ocupada por tres iglesias: la de San Antonio, la del Ángel Miguel y la de los Viajeros.
Foto Vía: Tour Egypt