El Serapeo de Alejandría
En la antigua ciudad de Alejandría existía un gran santuario dedicado al culto del dios Serapis y que fue fundado por Ptolomeo I Sóter en el año 300 a. d. C.
Producto del sincretismo entre la religión griega y la egipcia, Serapis integraba en su figura a los dioses Apis y Osiris quienes a su vez se asemejaban a los griegos Hades y Zeus.
La construcción de un templo en su honor en Alejandría respondía, sin duda, a una hábil estratagema política de Ptolomeo que perseguía que tanto los egipcios más acérrimos a la religión como la nueva población griega aceptaran en su seno a esta nueva divinidad y su convivencia fue, de este modo, más fácil.
Representado como si un hombre sentado, con barba y una especie de cesto en la cabeza que se suponía lleno de semillas, era la imagen divina que hacía referencia a la fertilidad de la tierra. El primer edificio que se mandó levantar para el dios era bastante sencillo y modesto y no sería hasta Ptolomeo III y, sobre todo, con el emperador Claudio cuando sus dimensiones comenzaron a ser de un tamaño más que considerable, llegando a ocupar los 185 por 92 metros. Las peregrinaciones a él y el número de fieles fue muy elevado durante siglos.
A él se llegaba a través de unos 100 escalones y su exterior estaba revestido completamente de mármol mientras que, el interior, estaba hecho con metales preciosos. Allí era donde se localizaba la enorme estatua del dios.
Tras una serie de reconstrucciones, en el siglo IV d.C. Teófilo, patriarca cristiano, destruyó el edificio en presencia de la masa enfurecida cuyo objetivo primordial era el de destruir cualquier vestigio de culto pagano. Fue en ese momento cuando el Serapeo fue convertido en un templo cristiano consagrado a San Juan Bautista que llegaría a permanecer prácticamente inalterable hasta el siglo X, cuando fue derribado por los árabes.
Foto Vía: Old Civilizations

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